El desarme civil y las entraderas
Por Gustavo Rubio para Decilo Fuerte
El desarme civil se basa en la mentira. No hay que darle mucha vuelta al tema. Los desarmistas toman hechos extremos concretos que apelan a los más primordiales sentimientos humanos o tiran golpes bajos, lo aderezan con una virulencia de ética acusatoria progresista y lo envuelven en estadísticas incomprobables. Frases como “estudios demostraron que…”, “en todas partes del mundo…” “Los expertos dicen…” “Está probado que…” entre otras generalidades abstractas se repiten para enmascarar al discurso totalitario del desarmista de una supuesta verdad indiscutible en la que promueven un solapado ataque a las libertades individuales.
El desarme civil, como hemos repetido hasta el cansancio, surge para encubrir las falencias de las políticas publicas respecto a educación, seguridad y deterioro del tejido social a cambio de crear un espacio de oportunidades socio políticas para un determinado grupo con una agenda turbia y en muchos casos, lucrativa.
Esto se puede ver en la modalidad de crimen denominado “entradera”. Una entradera es cuando los delincuentes , en general bien armados y violentos, aprovechan el momento de ingreso o egreso de las victimas seleccionadas para vulnerar el hogar y hacerse de los bienes del trabajo ajeno. Casi siempre con violencia y amenazas, las entraderas se encuentran en aumento según las últimas estadísticas policiales (en el conurbano bonaerense son cosas diarias según el barrio) y es así que las muertes y daño a víctimas se amontonan y este lamentable hecho pasa ser cosa cotidiana.
En este contexto, los desarmistas intentan imponer soluciones que ya de ante mano se saben que no funcionarán de la manera prometida.
Un ejemplo claro de estas mentiras y “venta de humo” es el fatídico caso de Roberto Chwat, el presidente de la editorial Sigmar, quien a los 67 años es asesinado por dos delincuentes en una “entradera”. Este señor contaba en su casa con todas las medidas de seguridad socialmente aceptadas y políticamente promocionadas: tenía rejas (para impedir el ingreso de agresores), portón automático (para evitar exponerse al bajarse del auto en la vía pública), alarma (para avisar que el perímetro residencial fue violado) y cámaras de “seguridad”… Nada de esto impidió la decisión de los delincuentes de entrar y de paso, matar al hombre.
Estas medidas de ninguna manera son de seguridad sino más bien de entorpecimiento. Las rejas y alarmas podrán amedrentar a algún oportunista, pero cuando el delincuente quiere hacer daño, de poco valen estos elementos de “seguridad” pasivos.
Promocionadas por años por políticos iluminados, y si nos ponemos a urgar nos encontramos que tienen su auge cuando el desarme civil se hace más crudo, las cámaras de seguridad solo sirven para hacerle el trabajo más fácil a un estado inoperante. Solo se limitan a grabar la cara o vestimenta del presunto agresor pero al no estar 100% monitoreadas, no previenen nada. Se ha mostrado por TV el centro de monitoreo de distintos barrios, que le costó cientos de miles de pesos a la sociedad, y aún teniendo personal las 24hs del día, hay situaciones de arrebato, por ejemplo, en las que la Policia actúa después de la agresión y no las puede evitar. Ayuda, pero no suplanta la primera línea defensiva. Un estado no puede estar en todos lados al mismo tiempo a no ser que se cercenen libertades individuales.
Las cámaras actúan como un medio más de disuasión en una sociedad en donde el sistema funciona… Pero estamos en Argentina y tanto las fuerzas de seguridad como la justicia están seriamente comprometidas haciendo que la disuasión sea nula.
Para lo único que sirven es para identificar a los delincuentes, si la calidad de imagen es buena y al juez de turno se le canta. Es decir, le hace el trabajo más fácil al estado pero no evita la agresión. El caso de Chwat es un duro ejemplo de ello.
Por otro lado no encontramos con chico Salinas, joven de 13 años, que en una entradera, se vio obligado por los delincuente armados y con chalecos antibalas que amenazaban a su hermano y madre, a defender a su familia con un arma de fuego. Gracias a la responsabilidad del padre en educar a sus hijos en la seguridad del manejo de armas, su familia lo puede acompañar y contener en la dura recuperación que le toca llevar. Los cinco crimínales que golpearon las vidas de los Salinas tenían 40 años en promedio y un prontuario enorme pero estaban armados ilegalmente y con chalecos antibalas (accesorio prohibido para los civiles pero no para las fuerzas y los criminales) haciendo de las suyas como si nada. El estado volvió a fallar al individuo, dejándolo solo a merced de lo que el famoso e inútil contrato social intenta combatir.
Dos casos similares de inseguridad con resultados completamente diferentes. En el primero, la víctima muere en manos de sus agresores y en el segundo, la víctima se defiende de quienes quieren darlo. Para los desarmistas, el segundo caso es reprochable en tanto que el primero es ignorado. Es reprochable porque según sus mentiras “una víctima armada puede generar violencia en el agresor” Habría que preguntarle al pobre Sr Chwat que opina de ello.
La mentira del desarme civil se maneja en supuestos y en posibilidades subjetivas que al ser expuestas a gente que no está en el tema y desconoce la información verdadera pueden sonar mágicamente lógicas. Pero como sucede con la magia, la razón y la lógica en el desarme civil no existen.
La mentira del desarme civil hace que acciones como la del chico de 13 años en Morón sean repudiadas y condenadas, criticando al padre su libre decisión de tener una arma legal mientras que el crimen del Sr Chwat se reduzca en ver cuantas veces se puede apreciar el rostro de los asesinos impunes en cámara lenta.
Para los desarmistas las victimas deben dejar matarse o violarse ya que protegerse con un arma de fuego es un sacrilegio cometido por las personas dentro de la ley. Si estas afuera, no hay drama. Es más, el desarmista es el mejor amigo del delincuente. Para la lógica desarmista, la entradera es culpa de la gente que tiene casa y sale a trabajar.
Impecable como siempre, Gustavo.
Es tiempo que lo políticamente correcto deje el lugar al sentido común y la lógica.
El derecho a la defensa propia es Inalienable!
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